Carolina lo dibuja como un arquetipo antiromantico y mira las nubes grises aspirando solo felicidad. En cambio cuando las particulas solares envuelven la parada del colectivo, teme por su vida, rebusca monstruos en las cercanías y no mira a los ojos a nadie. Cada tanto se la ve pasar, con un gorrito de lana que descubre su pelo atado, sus anteojos transparentes que recubren sus pestañas oscuras y unos pequeños guantes recortados en la punta; ver desde lejos pasar a Carolina puede quebrar cualquier arquetipo.
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