Todos nominamos a Eusemio, es impetuoso que recojamos sus restos del rio Cuarú y si no lo hacemos; ¿Quien se volverá a los ojos de su padre enfermo e irá a contar como ha desfallecido el cuerpo de su hijo?. La inquietud reciproca, mutando alrededor de los gajos del prado, no se desata sino hasta que el alba cae y los enamorados vuelven a sus vidas reales. ¿Y no he vivido yo mis más añorados sueños en los desiertos oníricos, junto a mi dama? ¿Y no he sentido el fuego en el pecho y la moladora en mis venas abiertas? Más un mismo impar sonido refulgente en mi sien, clamando paz, clamando sentir otra vez esa estabilidad de la cual ninguna persona puede padecer.
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