Como un rio inevitable, corriendo por una calle llena de humo, lo que escribo es sinfonia del odio que siento por un cajon vacio.
Acorazado, estoy sentado nuevamente frente a un vaso de agua. Un agua que no apaga el fuego, ni sirve para saciar esta sed desmesurada que siento. La silla no me sostiene ya, ni las sogas me atrapan. Es simple ahora, porque puedo ver lo que antes no. Lo que antes no veia y ahora el humo me deja ver.
Dudar, no debo. Deberian saltar las térmicas cuando suceden cosas asi.
Sali del cuarto y abri la puerta, baje las escaleras mojadas y sali a la calle, esa inundada que aventuradamente me hace dejar de pensar en la sed.
Grito solo.
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