Y hacerse cargo de los personajes, vestirlos y llevarlos a acciones en contra de su voluntad para que logren destinos llamativos. Revestirlos de irrealidad, darles sombras románticas, llenarlos de subjetividad o limpiarlos en una pizarra y ser testigo de su realidad. Nunca tramarlos como personas ya dispuestas a todo, dejar que se quejen y que caminen sus propias decisiones, no melodramatizar todo, pueden ser hombres de poder, mujeres de genio o adolescentes enamoradizos, pueden ser mecánicos inventores o flores rojas con manchas verdes, libres y fogosas.

Ser escritor y envolverse en un mundo creado por uno mismo.