Angustias


Parezco rendido ante las angustias, ellas persiguen a la mujer del paraguas. Ellas desmotivan al enfermo que en el hospital no deja de gritar solo, que no deja de sufrir penas. Enfermeras cansadas acuden al lugar sabiendo que ellas no tienen soluciones para la angustia que el enfermo tiene. Me rindo ante ellas, las veo como experimentos aislados, sucesos simples. No lloro, deje de llorar no recuerdo cuando y cuando lloro es para descargar mis lagrimales o acompañar a mi viejo en un llanto. Pero hace mucho que deje de llorar por angustias propias.

Y hace unos días me rodeo una situación, hace unos meses que no dejo de pensar en ella.

A mi también me quebrantan las angustias, pero yo añoro perspectivas. A veces, ella me dice lo que quiero escuchar como si fuera un complot a favor de mi sonrisa -y se que ella también sonríe-. Lluvias y soles pasaran hasta que pueda contarle o calle para siempre. No existen formas simples de escapar a los laberintos que uno se impone muchachos.

Sin embargo se sufre y todos sufren. ¿No son los domingos horribles de pasar solos? Fríos y lentos incurables.

Ya no hay arcoiris en mi casa. Se donde están, en quien están pero son muy lejanos por ahora. Y ella se sienta en un cajón de madera con su vasito con detergente y su alambre circular para hacer burbujas. Ovaladas y de formas oblicuas las burbujas se expanden por todo el lugar, se vuelan a un cielo igual al que veo yo todos los días.

Señora del paraguas, usted que conoce las angustias, ¿como puedo decirle lo que siento? ¿Como puedo entrar en sus burbujas y sueños para hacerla feliz? Pero la señora responde siempre con la misma mueca de desaprobación.

Pero ahora me acuesto en el pasto a mirar las burbujas. Ellas volaran dispersas en el cielo mientras las angustias nos asechan. Pero no quiero rendirme ante estas angustias, porque ella me gusta mucho.