Al oido.


Eran los huérfanos, hijos del viento de la verdad. Quienes no sabían que eran envidiados por su camino plagado de flores.. Al parecer ellos no hacen caso, se dedican a llorar sus perdidas. Los huérfanos que abrazaban a su familia en invierno, todos los días, como si en sus abrazos volviera lo que perdieron.

Una perdida que esta quieta, ahí cerca del río. No hay mayor perdida que la que no se va. El dolor singular que se asemeja a una estaca, a una fiebre eterna, un dolor de estomago en cómplice con la incapacidad de ver y hablar.

Y usted puede contarme, que allá afuera esta soleado, que puedo juntar cierres de pantalón y reír en tonos altos en momentos que no encajan, que puedo volver a tener frío si logro entender que soy un huérfano. ¿Pero para qué? Ojala nadie lea esto, ojala nadie comente, ojala esta soledad fría e insípida, esta enfermedad que tardara en irse, esta perdida fuerte que solo nulas personas parecen entender, se borrara..

Nada va a estar bien, entiendanlo, no ahora.
E irónicamente, necesito estar ahí, viendo el río, admirando lo que perdí.
Necesito que me duela mucho más, hasta que solo pueda dejar de pensar.

Extraño demasiado a Erdosain, no tenia que morir.
Y no dejo de pensar en ella, dibuje su cara en la pared.

Me odio mucho en este momento.