¿Acaso la muerte dolerá tanto? Exageran, escupen en los libros
abiertos mirando de reojo hacia arriba. No leas, mientras más lees menos notas
como la enredadera toma tu pierna y la atrapa pretendiendo llegar un día a tu
cuello. Un animal, para matar y disecar, quemando el dinero que solo nos
despertaba ira; no creas en todo lo que te digo; ya que esta vez querida, no
verás. ¿Es el fuego el castigo que buscas? me mira, me mira irritante,
pensativa, me mira con rabia y con un lejano y tenue y sigiloso revuelto de
nostalgia. No creo que entienda lo que ha hecho. Las piezas del domino en la
camisa de Favio me asustan, y ya no diferencio el día de la noche. Mientras veo
una mujer correr por un pasillo transformista, logro erradicar las miradas de
los demás. —creo ferviente que mi cara aleja a la gente — no alcanzó a
sospechar cuando el doctor observo su cornea.
Es una doble ruptura, es un inmenso hueco en lo que era mi pequeña
maquina de soñar. ¿La has visto? Nunca la he visto, son solo susurros. Tengo
miedo, veo piernas que desaparecen en largos hilos de purpúreas faldas, no son
reales. Lucia no quiere vivir, no quiere ser una persona real. Lúcio tiende a
ser indiferente, solo quiere ver su mano rasgar el péndulo que cuelga de su
cuello. Marcel morirá en un incendio, un dragón quebrará su yelmo. Ojala vieras
lo que veo, sin duda me darías palabras de lunas perdidas, en el callejón de
viejas panaderías. Seguro me darías el arma en mano, comprendiendo que es lo
que me pasa. Porque absolutamente nadie lo sabe; quien en invierno no siente el
frío y en verano se dedica a ver al cielo. Solían ser así las hijas sensibles
del planeta viento. ¿No crees que sea tarde para llevar nuestros cuerpos al
espejo? La brújula pasiva resguarda en su lecho cien serpientes venenosas y yo
fantaseo con cada una de ellas pensando en ella, mil seiscientos autos pasan
por una calle de piedra y solo ella evita que me arroje desesperado al alivio,
porque castigo terrible seria no saber lo feliz que será. Mi barba decrece y
mis manos blanquean, mis amigos viven de la televisión que tanto les fascina. Y
yo soy el airoso carpintero que al azar tira sus manos, que vuelca en un tambor
cinco hierros y por ninguno es atravesado. Mi mente está en Francia, ya más no
puedo alejarme. Extraño a aquellos tres, solo a ellos tres; de los cuales el
pasado luego de siempre predicarlo, se ha suicidado. El presente, por el cual
giran todos los ideales, de quien me ha adornado la biblioteca de mariposas y
frascos purpúreos, quien más cartas me ha hecho llegar y quien ha destruido mi visión
del mundo, está allí, libre y sin ninguna modestia, sin ninguna razón para ser
quien es; y luego, el futuro que no existe, ni, con cierta rudeza, existió.
Veo tus ojos gran rey, veo tu reina y tu reino, tu templo y tu
procedencia, veo tus montes y tus cotas de mallas, veo tus ojos rey, veo tus
manos, quizá rey si supieras, de cuanto dolor me he colmado para transformar mi
cuerpo en un monstruo, si entendieras cuanto vacío he soportado para volver a
sentir aquel mundo de flores y del más allá, tal vez lagrimas caerían de tu
rostro y, con tu brazo en mi espalda, me invitarías a pasar.
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