Limonada

He alquilado una casa que es vieja. Los ruidos del sifón, el angulo obtuso de los cuadros, la alfombra roída por maullidos que dejan aquellos gatos, los gordos sabios; estoy seguro que conocen el nombre de todas las calles.

Lector, siéntase angustiado, ya que este libro no puede, como los convencionales, exprimirse y convertirse en limonada.

Y la señora que conoce todas las caras y nominalismos, todas las fechas de publicación, sentada en un catre comprado en Rusia, lee lo siguiente y pierde la fe. Ella era la que rizomatizaba, la que intentaba licuar sus pasados en la estructura vital de un argumento insípido. Ahora el mundo va más allá y encuentra la muerte en una lata de tomate cepita.

Usted no tiene idea lo profundo que puede escarbar una lata en su corazón.